Aquel castillo de naipes de
conversaciones nocturnas, con su foso y sus papeles pintados… aquellos juegos
de artificio de preguntas, de comodines y sueños de conocernos… en esos
momentos en los que tus labios eran de otro, siempre repetido, y mis manos
tecleaban frases hechas a otros oídos que tampoco eran los tuyos… aquel pasado
farsante que interpretaba su papel inmortal, su extravagante desafío con final
feliz. Entre los albores de un marzo caduco y los estertores de un diciembre
frío se ciñe nuestra historia. Hoy el hoy es más hoy que nunca y el ayer se
presenta camuflado entre dimes y diretes de antifaz gastado. Nunca he sabido
bien qué fuimos, qué pasos dimos hasta toparnos con la luna llena de gotas que
marcaron nuestros primeros andares… tampoco me importa, o quizá sí. Aquel papel
tuyo tan bien interpretado que llegó a convencerme de tu locura, aquel desfile
de miedos y renuncias a lo que éramos hasta entonces… Gastado el verano pasó el
otoño, acompañado de acordeones en mi pecho que tocaban músicas que jamás
escuché en otro lado. En esos caminitos de cenizas y fotos en blanco y negro
que recordaban que el fuego quema; en esos paisajes que yo conocí con otro
nombre, otra fecha y otras compañías. Recogido el trigo el campo queda vacío,
ese campo que te morías por enseñarme verdear y que yo lo conocí amarillo. A la
grupa de momentos inconfesables me he convertido en el hombre más feliz del
mundo… aunque en las crines poco aseadas algún restregón me he pegado. He compartido
contigo más promesas que con nadie… he renunciado a mi lógica por momentos y
desafío constantemente al ser que se inclina a no moverse y que lleva anclado
en mí como una losa desde hace años… y aunque el reto es complicado creo que le
voy venciendo, aunque me cuesta, pero el premio es demasiado grande como para
no hacerlo. Entre aquellos vientos de marzo y éstos hay un mundo de
diferencias. Hay horas para detener el mundo, bancos de parques, canciones y un
par de corazones, al menos uno, que no sabe dónde se anda pero se muere por
verte… Entre tanta cosa el siempre recordado tiempo… ese tiempo tan mío no hace
mucho, tan poco compartible, tan egoísta… ese tiempo que sonaba brusco al
decirte que se gastaba como su propietario quería… hoy tengo la certeza de que
el tiempo, este tiempo, no es de nadie… que nunca fue mío por no darme aún
cuenta de lo que tú sí te dabas… tampoco tuyo por no atreverte a robármelo y
gastarlo como bien debiera ser gastado… y nuestro… nuestro es el tiempo que
queda… todo entero... si tú quieres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario