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domingo, diciembre 12, 2010

Quizás el mañana nunca llegue...

Quizás el mañana nunca llegue. Puede que, como tantas otras cosas, estemos esperando eternamente algo de lo que no tenemos ninguna certeza. ¿Y qué hacer si el mañana nunca llega? ¿Qué hacer si lo pronosticado se pierde y se diluye, se evapora y se trunca el paso? Quizá los caminos no lleven a ninguna parte aunque nos emperremos en desbrozar nuevos senderos. Jamás se encontró la Fuente de la Eterna Juventud, y quienes durmieron en pirámides jamás volvieron a ser los mismos. Hoy estoy más agua que tierra y eso se nota. Surcando cielos de nieve, de azufres cimas. ¿Qué hacer si se nos da mejor soñar que vivir? ¿Si escribimos con el mínimo afán de hablar en silencios porque no sabemos hablar de otra manera? Jamás sabré cómo leen mis frases vuestros ojos, tampoco me preocupa demasiado. Jamás deseé verme como ahora, ni hago apuestas en verme en un futuro. A veces dudo si mi tren no pasó ya, tan ocupado como estaba en deshojarme y si mi función aquí, en esta vida, no pasa de ser un mero contrapeso para que no se caiga esta parte del mundo. El futuro no es mayor incógnita que el hoy, pero si por ayeres fuera no albergo esperanza suficiente, tan clavados en los grises los unos de los otros. Cada vez que me dio por tirar de brocha de colores surgía algo que apagaba el fuego. Cada vez que blandía el alma en protesta se me cruzaba la cara. Tan lejos del mercado, tan desfasado, tan retórico que a veces dudo si no necesito mi parte de melancolía para poder reconocerme. Tan lento es mi paso de tortuga que pocas veces logro vencer a la libre. Dormido en cama de piedra, con plantas que crecen a besarme los fríos párpados que me alejan de ver. Tan amarrado al mástil que las sirenas ni siquiera hacen el amago de cantar para volverme loco. Y el mañana… ¿y qué pasa si no llega el mañana? Quizá el mañana nunca llegue, puede que, como tantas otras cosas, estemos esperando eternamente algo de lo que no tenemos ninguna certeza. 

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