Archivo del blog

domingo, diciembre 12, 2010

Alambrada

Desde mi cárcel, aquella que me guarda desde hace años, el mundo se comprime y envidio la libertad de los pájaros silvestres. Les veo volar desde mi celda y en jirones de olvidos me ahogan los oxígenos. Las lunas apenas se empolvan los pómulos y los soles se aburren de alumbrar. Apenas recuerdo en qué momento decidí levantar las alambradas, desenrollar los alambres de espino y coartar la libertad del entrar y salir a buscarme. Cierto es que en mi templo del hielo apenas he sentido; ni llanto, ni risa, ni gozo, ni tristeza. Quizá el problema estriba en el deseo anhelado de sentir. Sufrir en voces y reír en llantos que iluminen mis mañanas… y no sentir el siempre desagradable tacto de la sábana fría que me arropa cuando salgo a complicarme la vida en deseos.

No hay comentarios: