Cyrano

Un segundo, ahora que lo pienso, no es fácil saber que por momentos, cual Cyrano aferrado a su locura, yo me siento. Con su pluma grácil y nariz más curva, conquistar a una Roxanna que es de mente dura no consigue, y a su joven aprendiz va y le escribe los versos que decir debiera. En batalla fiero y temido, de acero rápido y carácter rudo, caen cien hombres con un solo golpe suyo. Del miedo carece para hundir farsantes, pero cuando se trata de amor, ay, la mente se turba, la boca enmudece y los versos que decir quisiera simplemente enmohecen en su mente. De verso más ligero que el mío, y de corazón más caliente, se enfrenta en la mayor guerra a un ser que se le parece... demasiado, tanto que es él mismo enamorado. Siempre hubo conquistadores de tres al cuarto que gritaban en balcones las buenas canciones pensadas por otros, que trepaban yedras en muros rocosos, para robar los labios soñados... por locos. En la última estrofa, te hiero... y yo me mato... si se me permiten estos versos robados. Siempre silencioso en sentimientos, el acero era su mejor amigo y la pluma una traidora con la que taparse del frío. Y un te quiero de sus labios era mío. Y un suspiro de su boca era prestado, y en las sombras de los árboles frutales hay un tonto mirando una figura, y quien enseña la cara siempre dura, es otro más joven, más apuesto que al final siempre se lleva unos buenos besos, tras poemas que envilecen corazones.... cada vez menos razones para seguir con vida. Y así un día y otro día, cual Cyrano... pero yo por lo menos tengo otro grado más que él... que no es gratuito el saber lo que en su vida mantuvo... la boca siempre callada y el corazón sin orgullo. Hasta el final, siempre hasta el final, cuando en un descuido, Roxanna comienza la carta que él en su día dio como un quejido, a aquel aprendiz barbilampiño. Y Roxanna se da cuenta de su error, y Cyrano, ya viejo y demacrado, abandona la estancia con los ojos perdidos, con su mente abierta, tanto, que hasta a ella le llega la piedra que le cae en la cabeza... pues lo dicho, me reitero, no es fácil saber que por momentos, cual Cyrano, aferrado a su locura, yo me siento...